#Literatura y fútbol
AL LARGUERO EL PROCESO
Por Alejandro Tovar
Con la historia en ruinas y la instalación de la costumbre de perder, Santos Laguna acude al viejo libro de las excusas, sin poder abolir la verdad como tal, pues termina goleado en casa y con ello abre una mayor distancia entre el equipo y su gente, pues cuando se abusa en exceso de las ilusiones, hasta los corazones más certeros, van perdiendo su magia y la fuerza de su gran sonrisa.
Cada quien se mide por las circunstancias que ha debido lidiar y la realidad salta a la vista vendiendo a sus jugadores importantes, fracasando en los que trajo, pues el técnico Ambriz los utilizó poco y prefirió el desarrollo de nuevos valores pero encima sufriendo la ausencia de Harold, el mejor goleador de la liga y en la cancha, lo que importa es lo que se haga con el balón.
El genio que se escapó de la lámpara, esta vez no acudió, pues los extranjeros se supone que deben ser soluciones y resultaron no serlo. La muchachada santista es de calidad y futuro pero no ha estado para ser lo suficiente y han quedado como los toros mansos, distraídos, con la mirada perdida y deslumbrados hasta dejar al equipo en término mediocre, por su calidad solo mediana.
La cancha es un territorio de expresión y éste no apareció. Ahora todo es como el arte del viejo fotógrafo sin la tecnología actual, con voces lejanas, ecos y rumores que atraviesan paredes, es un trabajo de revelar visiones en el cuarto oscuro de los pensamientos ajenos. Es como reaprender a mirar de nuevo a aquello que creemos saber cómo es. Es mirar al público con el corazón encogido.
“Este es un proceso” ha dicho el presidente Elizalde, como también dijo que “el trabajo de pantalón largo ya está hecho y ahora corresponde a la gente volcarse a la cancha” Sería bueno ver si ahora mismo le llama a las cosas por su nombre y asaltar al banco de las buenas ideas teniendo la originalidad como deseo porque el “proceso” se alarga y lleva consigo una carga de frustración.
En el futbol, hay quienes están destinados, por su manera de ser y de encerrarse a la vida a convertirse en personajes novelescos y los hemos visto pasar como un río interminable con Jared Borgetti, el goleador histórico, por el arte técnico y la creatividad de Ramón Ramírez, por la potencia y empuje de Adomaitis, como la calidad, golpeo y visión de Benjamín Galindo, por la habilidad de Apud para salir desde el fondo como si patinase sobre hielo, con la fiereza de Pedro enfrentando a todos, por el toque de Altamirano, por la ductilidad de Caballero, por la habilidad de Pony Ruiz, servidor imparable, por la entereza y arte de Darwin y Oribe. Son tantos hasta llegar al creativo Valdés, al todo terreno Gorriarán, al explosivo Brunetta. A todos se los llevó el viento.
Ahora mismo lo que resta es acudir a una reestructuración, porque las huellas del fracaso son de dinosaurio y nadie puede ocultarlas, pues están a la vista de todos. La gente no es ilusa y sabe que hoy en el club todos parecen como zombis que luchan por derrotar a sus propios demonios y que el futbol nunca ha dejado de ser lo que es, una trama, un ambiente, una gran atmósfera. Y este juego maravilloso que nos ocupa, suele ser peligroso cuando se va alejando de la realidad.
La gente que va por las calles haciendo fintas como si fuera a tirar un penal, la que sigue de corazón a sus colores desde siempre, es un viejo depósito de correo con todas las cartas que escriben sus ilusiones; ahora se desespera y especula pero en este mundo de pasiones, no podemos exigir prudencia y sinceridad. Quiza aferrarnos a pensadores como Vladimir Navokov
(1899-1977) que influenciado por Tolstoi, Dostoyevski, Gogol y Pushkin dijo algo que nos queda a la medida: “El verdadero talento de un lector, es distanciarse de la obra que lee, para no jugarse todo a la odiosa carta de la identificación”.
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