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Las Gallinas culecas, sí saltan bardas Por Jesús Marín

Divertida crónica del Duranguetto de Jesús Marín. Cuándo las Águilas vuelan? No. Pero qué tal cuándo las Gallinas culecas, sí saltan bardas!

Las Gallinas culecas, sí saltan bardas

Jesús Marín

Pertenezco a la crema y nata de las Secundarias de la ciudad de Duranghetto, Durango, corazón de México. Somos los curros entre todas. Los mírame y no me toques. Somos Escuela Secundaria Técnica y Comercial ETIC # 101, la Uno. Niños y niñas, bonitos. Los inteligentes. Los Chidos. Los nomber one. Entré por palanca. Mi madre trabajó en la casa del director Navarrete. Fallé en el examen, pese a egresar de la Lorenzo Rojas con la más alta calificaciones de la generación. Cuadro de Honor. Mi certificado plagado de la letra E, de las más altas calificaciones. Excelente hasta en el recreo.

Los de la Secu # 1 nos creemos superiores. Lo somos en nuestra vanidad. Mirábamos al mundo por encima del hombro. Somos la élite escolar. Bien mamones con el resto de las otras Secundarias. Nidero de riquillos y popis. De niños con padres influyentes. Al menos en la fama es la Secu con el mejor nivel académico. Los futuros alumnos del Tecnológico entramos por esa puerta lateral a la Avenida Felpe Pescador.

Somos bien gachos y cargados con los sardos de la Secu seis. Los despreciamos por usar uniformes de verde soldado, color sardina, y las escuinclas de rosa, azul y guinda. Los atisbamos como basuritas que el viento levanta. Eso sí, nos burlamos de las sardinas de lejitos. Son bravos a la hora de los fregazos. Nos corretean hasta nuestra Secu. Nosotros, valientes en montón, de muchos contra unos cuantos, nos sentimos hermanitos menores del Tecno.

Al mes en la Secu, casi me parten la madre. Casi acabo de fiambre en la morgue. Todo por ser el mejor portero que ha dado el balompíe alacrán, modestia aparte, sobrino del Gato Marín, al menos de apellido. ¿ Existirá quién no sepa, quien es el Superman. ¡Y me pongo de pie!. Miguel, el gato Marín , bastión infranqueable bajo los arcos del tricampeón del fut mexicano, la poderosa máquina del Cruz Azul.

Ese día que debió de ser de gloria y triunfo, me retan a pelear a la salida. El combate por el honor ofendido debajo del enorme árbol del campo deportivo frente a la Secu. A espaldas de la embotelladora Barrilitos. Donde los patricios y caballeros redimen sus diferencias. Enmiendan sus ofensas con la graciosa partida de madre o mínima una noble trompada en la nariz. El honor se lava con sangre. La hora del duelo es a la salida, así me lo hacen saber los padrinos del ofendido.

El drama que me orilla al callejón de los madrazos es simple: una pica de fut entre dos salones, aprovechando la pinta de los profes. Nos retamos, el primero A contra los del B. A El encuentro en la cancha, en terreno pelón y pedregoso, no a lo largo, a lo ancho. Once contra once. Lo mejor de lo mejor, de cada salón. En cada extremo, un par de piedras, a diez pasos de distancia cada una. Es la portería y en la del A, defendida, como ya dije, sin modestia alguna, por el mejor arquero que ha dado Durango. Superado nomás por mi maestro y familiar, el gato Marín y por la legendaria araña negra. Gracias por los aplausos, autógrafos al final. Y chicas primero.

Los caballeros como nosotros, sabemos que no hay peor humillación que perder con otro Salón. Es la peor afrenta en la vida de un hombre que se digne de serlo. Primero te matan a ser humillados por tus rivales. El partido da inicio. Desde el primer silbatazo es evidente la superioridad del B. México contra Haití. Apenas los contenemos. Cañonazos llueven en mi portería. Asedio días y noches. Nos cortan el agua y los suministros de víveres. Ni Berlín sufrió tal bombardeo. Debido a la genial actuación de nuestro guardameta, Arcángel divino. Mítico David venciendo a Goliath, acabamos empatados.

La suerte del ganador en un volado. En tanda de penales. De nuevo, nuestro héroe es el porterazo que vuela por los aires, de extremo a extremo, de piedra a piedra, atajando cuatro penales. Bendita sea la madre que parió a este portento.

Ventaja de un gol a cero. El fatídico quinto penal. Última oportunidad del B de prolongar la agonía y salvar su honor. Irnos a la muerte súbita. El honor de su equipo en los botines del Toño Pesadas. El malvado del condado, asesino por naturaleza. Frente a frente, él y yo, en la calle principal del viejo pueblo del oeste. En este pueblo no puede haber dos. Sobra el muerto. Cruzamos miradas. Los brazos a los costales, listos al menor movimiento para desenfundar como centella. Los revólveres en los cinturones. Aceitaditos, con sus seis balas. El más certero saldrá con vida. Los pájaros se congelan en el aire. Los corazones dejan de latir. La mirada del mundo se enfoca en nosotros; el pie de Toño inicia el proceso del gatilleo, una bala convertida en balón, en mortal meteorito, ¡salven a los Dinosaurios!, ¡salven a los Dinosaurios! Las muchachas gritan aterrorizadas, algunas se desmayan.

El hermano mayor del Toño, con seis años en tercero , el jefe de jefes, acompañado de sus guardaespaldas, contempla el drama, desde su asiento de Majestad Imperial. El prestigio familiar peligra. Mi vuelo es hermoso. Mi vuelo es digno del lienzo de Miguel Ángel. Soy un ángel, prieto, pero ángel. Aguila volando en lo alto del cielo. A una mano, la zurda. Sublime lo desvío. ¡Ganamos! Por la mínima, pero ganamos. Ganar lo es todo. Nadie recuerda a los vencidos.

El mundo estalla en júbilo. Paris ha sido liberado. ¡ Aleluya en las alturas! ¡Hosanna, hosanna! Mis compañeros me levantan en hombros. El dulce sabor de la victoria. La victoria es nuestra. La humillación de los caídos. Toño no lo cree. Arrodillado en el pasto sagrado clama a los Dioses. Pelé, ¿ por qué me has fallado? Mira con miedo a su hermano, avergonzado. La rabia fluye hasta amotinarse en su mirada. Antes que meta un gol Hugo Sánchez, juro por mi vida, que seré vengado.

El Toño Pesadas, Wero grandote, atravesado. Bronco como la leche agria, malora hasta dormido, se encamina. Va por mi alma y pellejos. En ese momento el Presidente Municipal me nombra hijo predilecto de la capital y me pone la guirnalda de oliva. Soy besado por multitudes de chicas que hacen fila para felicitarme. La Prensa internacional dispara sus flashes sin piedad ni recato, captan mis mejores ángulos. Alguien me postula para la Selección Nacional para el Mundial de Túnez. La voz de la venganza personificada por el Toño, el mata porteros. Irrumpe la algarabía, impregnando de miedo cada átomo de la atmósfera. Y de mi corazón de gallina culuca. Te espero a la salida, en el árbol. Tú y yo. Nadie se va meter. Tú y yo. A ver si eres tan bueno pa los chingazos como parando penales. ¡ Maldito Gato Marín. Tú tienes la culpa de que vaya a morir!

Me zurro del miedo. Me infarto. Me derrito de cús cús. El Toño bien me saca quince centímetros de estatura y dos toneladas de valentía. Soy hombre muerto. Portero cadáver. Adiós a mi sueño de jugar con el niño de oro y el Leo Cuéllar. Sudo a mares de culez. Sudo por mis orificios y cavernas. Los Pesada con fama de malditos de la Secundaria. Con una gavilla de bandoleros mocha orejas y vayan a saber que más.

La noticia de mi funeral prende como pólvora. Desde Catedral el doblar de campanas a muertos. Una niebla llena mi mente. Pensar que no conoceré el amor. Morir tan joven y virgen. Ni siquiera una manuela. ¿Quién se quedará con mi máscara del Santo?

Cruzo el patio de la Secu, con el paso de los condenados. Entre una lluvia de rosas negras que arrojan a mi paso. En los árboles, parvadas de buitres se saborean al mirarme, hacen planes de cuál nalga van a morder primero. Mis amigos se acercan a darme el pésame. El adiós a un camarada. Ya visten de riguroso luto. A recomendarme evadir las cuchilladas. Ojalá que tu muerte sea piadosa. ¿Podrías dejarme tu libreta Scribe, la nuevecita? Debes morir con dignidad. Enseñales que uno del A es un hombre. Me ofrecen pastillas de cianuro para una muerte sin dolor.

Adiós cielo tan azul de Durango. Adiós a Gabriela, mi amor en secreto. Nunca te dedicaré el amor de mi vida de Camilo Sesto. Otro camarada me da el número de la Funeraria de un primo. Las muchachas, ya todas de largos vestidos negros, todas llorosas, con pañuelos en mano, se alejan de mí, entre lágrimas y rezos.

Los otros salones, los del C y D se han cooperado para Coronas de Flores. Una espontanea, apenas una chiquilla, me da un beso en la mejilla. Gabriela me regala una medallita. San judas Tadeo, el santo de causas imposibles. Y me da la bendición. Ponle mi nombre a ese hijo que no serán nuestro, le susurro. Como zombie espero con angustiosa angustia, la llegada de la una de tarde. Hora de salida. Hora señalada para mi exterminio. Allá bajo el árbol de mi noche triste, me espera el infierno.

En clases no escucho a los profesores. Pienso en mi testamento. En los miles de besos que no daré. Los campeonatos que ya no ganaré jugando para el azul de mi corazón. ¿Cómo me metí en este lío? ¿Por qué no me dejé meter el gol? Debí dedicarme a jugar golf. Nunca debí abandonar las canicas. No hay escapatoria. Gallina nací, gallina he de morir.

Yo vivo por la Hipódromo, a fuerzas pasaría por enfrente de la casa de Toño. Ni cómo huir. Me fijo que el jefe de jefes pone a dos esbirros obstruyendo la salida a la avenida Felipe Pescador. A menos que me crezcan alas mi asesinato es cosa segura. Las gallinas no vuelan.

Me porto como lo que soy. Un mariquita sin calzones profesional. Un cobarde prieto, chaparro y gordinflón. Pero vivo. Salto heroicamente la barda que separa la Secu del ITD. Graciosamente huyo por la puerta de la calle Negrete. Extrañamente me enfermo de la garganta. No voy a clases por una semana. A las gallinas ninguna barda nos detiene.¡ Salven Gallináceos del mundo!

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