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#Torreón. Franz 🙏🏽

AL LARGUERO DER KAISER

Por Alejandro Tovar

En el disparatado y delirante mundo del futbol, con todas las complejas formas que tenemos para anclarnos en su mundo, el hombre conoce maravillas, hechos imborrables, como también descubre que el bochorno es visión crítica y objetiva, que la nostalgia es una focilización del pasado pero que también no se debe afinar el radar en el ayer, sino en el mundo que nos ha tocado vivir y como el pensamiento no tiene límites, todo es buscar en el archivo personal.

17 de junio de 1970, el Estadio Azteca con 110 mil espectadores, Mundial de México, una cita inolvidable. Partido semifinal con la Italia de Riva, Rivera, Facchetti, Mazzola, contra la Alemania de Bekenbauer, Maier, Seeler, Muller. “El partido del siglo” lo denominaron después. El árbitro fue Arturo Yamasaki. A los ocho minutos, Bonisegna con zurdazo violento dio el 1-0 a los azules.

Todo fue futbol de alto nivel táctico y técnico, con astros sobre el terreno. Cuando los italianos tenían una carcajada a punto de escapar, cuando todos lo veíamos como finalista, vino un rebote que prendió el zaguero central teutón Karl Heinz Schnellinger y la clavó en el arco de Albertosi. Era el empate en el minuto 90 y se fueron al tiempo extra con el Azteca delirante. Fue una chispa de vida y mientras el miedo de muchos pasaba de puntillas, la escritura se hizo una narrativa distinta.

Entre todos destacaba la figura erguida y señorial de Franz Beckenbauer, que jugaba como un príncipe de la cancha, con una clase de superdotado, con la pelota pegada al pié y la cabeza levantada, con visión de rayos equis. Un artista que se separa de su personaje y se brinda para todos. Tomó la pelota en medio campo y se eludiendo con elegancia magistral. Cuando llega al área, Cera lo derriba y su clavícula truena. Le pusieron un cabestrillo y siguió jugando como lo que era, el capitán, símbolo y ejemplo de su grupo. Un fenómeno.

El partido del alargue fue un volcán. Muller hizo el 2-1 al 94. Burgnich lo empató 2-2 al 98. Al 104, el talentoso Luigi Riva se sacudió a dos y metió un zurdazo cruzado que enfrió a Maier (3-2) pero otra vez Gerd Muller apareció al 110 y lo puso 3-3. Minutos después Bonisegna escapó por la izquierda y metió un pase atrás a Gigi Rivera, que hizo el definitivo 4-3. Un espectáculo maravilloso.

Beckenbauer se fue el lunes a los 78. Fue estrella del Bayern Munich de 1964 a 1983 y con él ganó tres Copas de Europa y la Intercontinental de 1976, además de cuatro ligas locales. Jugó con ellos 877 partidos y marcó 75 goles. También fue campeón con el Cosmos de Nueva York con Pelé de compañero y finalizó la carrera ganando Bundesliga con el Hamburgo SV. Obtuvo dos Balones de Oro. Fue mundialista por Alemania y campeón del mundo en 1974. Después técnico nacional de 1984 a 1970. Directivo del Bayern y presidente vitalicio hasta que le falló su corazón.

Beckenbauer ya está en la tierra donde encontrará a Pelé, Maradona, Cruyff y Di Stéfano. Por eso debe creerse hoy más que nunca que la realidad, siempre será la mejor fuente de historias y los terrenales seguiremos descubriendo que en la zona oscura de la mente tenemos imágenes enlatadas que de pronto nos asaltan, como la de Don Alfredo Duclaud, que llevó a este columnista, entonces un joven reportero, a ese Mundial para ver a héroes del futbol que eran de otro mundo. Son hechos y letras que se van enhebrando para un relato y un agradecimiento eterno y personal.

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