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#Torreón. André y Rafa

Tiranos implacables, insoldables e irreductibles pero profundamente amorosos. Sin abrazos cálidos ni palabras bucólicas, simple y llanamente, unos autómatas programados cuál si fueran máquinas perfectas -made in Alemania-de entrenamiento. Dos generaciones un objetivo, convertir a sus afectos en los mejores jugadores de tenis del mundo, al tiempo: 30 trofeos de Grand Slam, hazañas como los 4 grandes más la de oro en las olimpiadas en un año, incontables semanas como números 1 y cualquier cantidad de torneos ATP. Toni Nadal y Mike Agassi, uno de Manacor, España; otro de Teherán, Irán. El tío Toni, hermano del padre de Rafa, Sebastián y Don Mike, inmigrante, padre de André.

Los responsables de trabajar y moldear a dos niños, arrebatándoles una infancia sin infancia pero compensándoles el sacrificio para convertirlos en dos gigantes del deporte blanco. El papá de André, arrastrando consigo todo el dolor de la pobreza material y emocional, pero no espiritual, para luchar un día sí y otro también buscando sobrevivir a un país siempre en guerra y con nacionalismos exacerbados pero que no restó en la esencia de su cultura del esfuerzo y del trabajo. De niño perfiló su destino al barrer, rayar y tener al punto dos canchas de arcilla para los soldados americanos que ocupaban su país recibiendo por su chamba pelotas desgastadas y una raqueta rota con la cual jugaba y soñaba en ser tenista. De joven probó oficios incluyendo el sabor de la sangre en el boxeo y astutamente se hizo a un lado, no sin antes trabajar en todo y por todo. Los pocos momentos de felicidad que describe su madre, una mujer ya abuela y amargada que siempre hostigó la vida de Mike hasta convertirlo en un hombre gris, que sin embargo, y sin rencor alguno, éste trabajaría sin ceder un ápice de tiempo para asegurarse que toda su miserable vida quedaría atrás al focalizar en André, su vástago, un futuro promisorio y una vida holgada que jamás imaginaría ni en cien generaciones. Llegar a los Estados Unidos y establecerse en Las Vegas, Nevada; fue el principio de la locura llamada Dragón, un artefacto construido ex profeso por Mike y que después se convertiría en el lanza pelotas patentado que se usa en miles de clubes de tenis en el mundo, el hombre detrás de la máquina se transformaría en la peor pesadilla del chaval que solo quería jugar para divertirse y no para se hostigado, machacado y martirizado todos los días de su vida al lado de papá milite, quién sin el menor recato, lucharía para hacerlo un hombrecito con los tenis bien puestos y la raqueta como fusil , listo, siempre listo. La premonición que tuvo con el pequeño la pudo disfrutar en vida pues la gloria, la fama, el dinero y la estabilidad emocional de André – primero con Brooke y después con Steffi- serían una realidad.

Toni Nadal, el tío Toni, a diferencia del papá de André, tuvo el arropo de la familia, en todos los sentidos y ésta, con habilidades natas para el deporte, -un hermano suyo jugaría con el Barcelona- y sin las terribles complicaciones de vida de Mike, se reconocería con el equilibrio perfecto, mental y físico, para destilar un producto fino de trabajo, sin embargo, con la suficiente humildad para tener la certeza de saberse indemne para ocupar un lugar de excelencia en el deporte blanco y conciliar en una honesta introspección que debía trabajar en la pedagogía del deporte y buscar ayudar a otros chicos lo que él no pudo ser. ¡Oh sorpresa! ese muchacho que esperó con talento nato y con instinto asesino que requiere todo tenista élite que se precie de serlo, estaba en casa, su sobrino Rafael. Entonces supo desde un inicio que se entregaría en cuerpo y alma, 24/7/365, formándolo para que nunca perdiera la cordura. Ser el joven sencillo y afable de Manacor, siempre dispuesto a regalar una sonrisa, a ser un caballero dentro y fuera de la cancha, “nunca estrelles la raqueta al piso” -porque la cabeza de un tenista suele explotar- apuntaba el Tío Toni, al tiempo que minimizaba sus logros en el proceso de ser La Fiera Nadal, para que no se la creyera, y para que se asumiera con tanta humildad que con el tiempo , aún no se concibe. El hombre que en cualquier parte del mundo es una celebridad pero que en casa, Manacor, es uno más; y es donde mejor se siente.

Dos fenómenos que revolucionaron el deporte blanco, uno estadounidense el otro español, uno derecho el otro zurdo, los dos con revés a dos manos

“Geométricamente inverosímiles”.

En lo personal me gustó más la narrativa de Open, donde el Pulitzer por The Tender bar, J. R. Moehringer, exprime el dolor y la felicidad en la vida de André, de la decepción del

enclaustramiento contra su voluntad en una academia de tenis en Florida, hasta la greña falsa y el dopaje auto suministrado; a los momentos de alegría cuando de niño le hizo la faena y le tumbó unos dólares de apuesta al all star de la NFL Jim Brown, quien no jugaba mal, al recibir su primer cheque de la firma Nike o al pisarle a fondo al acelerador al primer carro deportivo que se compró. Mientras que la excelente pluma del británico-español, John Carlin, sobrellevó la crónica anunciada de una vida extremadamente feliz y light de Rafa, -quien reconoce sin tapujos y sin escatimar elogios que la armonía familiar de su núcleo fue fundamental para desarrollar todo el potencial- quién más cuadrado y sin sobresaltos generó insipidez en la narrativa, seguro porque lo novelesco está en Open… Solo es cuestión de gustos.

Open y Mi historia son lectura imprescindible para fanáticos del deporte en general y del tenis en particular. Las dos fieras en espera de ebullición, André y su némesis, Pete Sampras, ocupan descripciones de partidos interminables, clásicos de Grand Slam, los más de ellos sufridos pero cargados de técnica, tácticas, estados de ánimo, y lesiones. Anécdotas donde André le aplica un coscorrón a Pete por su forma miserable de tratar a terceros. Sus dos amores, Brooke Shields y Steffi Graf, son fundamentales, después vendrían los hijos. Rafa y los otros dos Mosqueteros, Roger y Novak, a quienes les brinda homenaje punto por punto, juego por juego, set tras set en Wimbledon y Melbourne. André y Rafa, los dos tenistas con problemas físicos genéticos siempre lidiando con el adversario del otro lado del rectángulo y con el propio. Cuerpos desgastados por la genética, el trabajo físico de alta competencia y, por supuesto, la exigencia de los adversarios.

Open atisba al refulgente chipriota, Marcos Baghdatis, sufrir ante el viejo, desvencijado pero con el corazón de León, André; partirse el alma y darse la mano en los vestidores, rotos de cansancio físico y mental pero lúcidos para saberse camaradas de un mismo sentimiento.

Los dos son hombres empresa y son también filántropos, tiempo atrás en un barrio pobre y violento de su natal Las Vegas, André montó una academia de estudio y deporte, donde con el apoyo de patrocinadores y de su propio peculio financia la manutención de chicos que quieren salir del camino precoz y rudo de las calles para estudiar y aprender una disciplina deportiva, que mejor que el tenis, hoy ese barrio es diferente. Rafa tiene sus academias de tenis en diferentes lugares del mundo, su propósito es ayudar al desarrollo de las habilidades psicomotoras de todos los niños que quieren ser personas de bien.

14 dólares pagó André en una de las canchas públicas de Las Vegas para pelotear con Steffi en un día gris y lluvioso. Los dos, altamente competitivos, ganadores de todo estaban como cualquier otro tenista, jugando… a tope; obvio, no pasaron desapercibidos.

Rafa y el tío Toni, un día después de ganar un torneo de Grand Slam, ya en Manacor, como siempre, peloteaban en una de las canchas del club del pueblo, nadie, absolutamente nadie, les echaba una mirada.

Biblio

Libro 1, Open, an autobiography, c2009 by AKA publishing. Traducción Juanjo Estrella,2014 p 475

Libro 2, Rafa mi historia. c 2011 by Rafael Nadal and John Carlin. Traducción Antonio Prometeo. p 331

AGV

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