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#Laguna. Toreo verdad

Corrida de Toros del sábado 18 de febrero, 16:30 horas en la Plaza de Toros, Alberto Balderas, en Lerdo, Durango; México.

Arrimarse al toro, sentir su portentosa embestida, el tufo de sus exhalaciones, el resoplo de su ímpetu, el polvo que se levanta de la tierra batida del ruedo por la fuerza de sus cuartos traseros y delanteros para enmarañarse en el rostro de los matadores. Hacerle la faena, arredrando el

nervio, sacudiéndose el miedo para no escatimar lances con el capote y con la muleta, ni tercios y sin que el estoque pierda su firmeza para no rehuirle a los dos pitones, sinónimo de muerte, que tiene en su testuz, eso fue lo que seguramente describiría el cronista y crítico taurino, Heriberto Murrieta, autor del libro Toreo Verdad hace algunos lustros, en la corrida del sábado por la tarde en la ciudad de Lerdo, Durango; en una plaza cálida, pequeña y solidaria con los suyos como lo es la Alberto Balderas, la cual registró un lleno absoluto.

Una tarde triunfal de cinco orejas, tres para Andrés Roca Rey y dos para Arturo Gilio, fueron el premio a su entrega y esfuerzo.

El sentimiento, clase y categoría es una asignatura personal de cada espectador. En lo que a mí concierne, lo más importante es la acción temeraria de montar un cartel codo a codo de un torero cuajado, con nombre y sello propio, como lo es el peruano Roca Rey, con el del novel Matador de Toros, Arturo Gilio, quien deberá aprovechar esta experiencia para asimilar, cómo esponja, todo el bagaje de conocimientos y secretos de la tauromaquia del mejor torero del mundo. Su padre, el

Matador de toros en retiro, Arturo Gilio Hamdan, debe estar orgulloso de ver y sentir a su vástago jugarse la vida en el ruedo, sin recato ni remordimiento, como también él lo hizo.

Olé!

Entre tercios:

Arturo padre fue un gran banderillero, lo demostró cada tarde, hoy su hijo el Matador en ciernes, Arturo Gilio, hace lo propio, así se brindó ante el respetable, requiriendo las respectivas banderillas a su sub alterno, después de que el Matador peruano había cuajado una faena para cortar una oreja, fue así que ante su primer burel, Debutante, de 498 kilos de la ganadería de Peñalba levantó al público de sus asientos después de poner con destreza y elegancia dos pares de largas y una de cortas.

Mi amigo y colega, amante de la fiesta brava, el

Periodista Luis Amatón, sintetizaría así la cortesía de Roca Rey en el tercero de la tarde de nombre Rebujito de 469 kilos, para con el torero de casa, donde el peruano fallaría al colocar solo una banderilla mientras … “ Al ritmo de la clásica canción taurina La Filomena, el joven torero recorrió la arena para dejar su par de garapullos como orejas de conejo, juntas y firmes, logrando de nuevo poner al publico de pie…”

AGV

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