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#Torreón. Bardo por Miguel Ángel Márquez

Hace unos días fui a ver «Bardo: Falsa Crónica de unas Cuantas Verdades», y es que en su título está la premisa completa, es la historia de este aclamado director que muchos conocemos por su obra, pero no por su vida. Para acortar distancias, debo ecirles que este filme me pareció pretencioso, egocentrista y petulante. Alejandro González Iñárritu entrega su última película con un desborde de datos sobre su vida y de cómo sufre por el éxito que le ha dado su trabajo como director; de cómo nadie le entiende y de cómo se siente solo en este mundo, con sus pensamientos y sus traumas personales con su familia y la gente que lo rodea, usando a Giménez Cacho como su recipiente que alberga el ego que se desprende de la mente que ha llenado de orgullo a México y sus mexicanos. Pero si no conociéramos al director que la dirige, tal vez no nos habríamos dado cuenta de su necesidad de hacerse este mega Tik Tok, y si lo pensamos bien, ¿acaso no hacemos lo mismo nosotros?, ¿acaso no estamos usando las redes sociales para decirle al mundo nuestras glorias y fracasos?, si, somos presas de la adulación y los «likes», y por ello estamos dispuestos a generar contenidos para que el planeta se de cuenta de quiénes somos y qué pensamos. «El Negro» usa su plataforma, el cine, para meterse en el tren de las múltiples manifestaciones que revelan nuestra necesidad de que nos vean y de mantenernos relevantes en la sociedad de la que demandamos atención y en muchas ocasiones, cariño. No condenemos a un artista por lo que nos quiere contar, es verdad que Bardo está mal actuada, aunque visualmente es preciosa, pero con abusos de objetivos angulares y declaraciones que quieren cumplir con una agenda de protesta social, de un México que «le duele» y de como es para él ser mexicano fuera de su país, si, lo hizo mal y el público «mainstream» no le respondió igual que a su compatriota Cuarón con la aclamada «Roma». Nunca en la historia de este planeta estuvimos tan de moda exponiendo nuestras miserias emocionales, y Alejandro cae en el mismo ambiente que nosotros, pero lo hace con más de dos horas que resultan un tanto insufribles, tal como nosotros cada vez que publicamos cosas como esta que yo estoy tecleando en este momento, porque necesito que me escuches, me leas y te des cuenta que estoy aquí, pensando y sintiendo. A Bardo le faltó llegar en los 70´s o tal vez en el 2045, pero aterriza en el peor momento, en donde todos nos sentimos semidioses idealistas, en donde no vamos a permitir que alguien cuente una mejor historia que la nuestra.

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