Uncategorized

#Bardo

A el papá de Octavio Paz lo machuco el tren estando ebrio, lo recogió Octavio ya sin Ireneo el abuelo y echó los pedazos de lo que quedó en costales.

Tenemos los mexicanos la rara costumbre de ser mensajeros de lo perverso aunque esté escondido. La apatía es una de esas raras costumbres que nos la ponemos sobre las piernas y la observamos como si fuera una gata peluda para acariciarla pero con miedo, siendo muy cautos para según nosotros no vernos mas sonsos o menos zonsos por una letra.

El bardo es un poeta que prácticamente grita al público lo que siente, eleva sus frases como cuchillos que se elevan y rasgan las natas de nubes de tontera por la razón de que le ahoga la «realidad pasteurizada» que le envuelve.

La película BARDO, es quizá para mí, el mejor y más honesto filme que he visto en la vida y que en este caso Iñarritu se atrevió a hacer, que marca la pauta para que todos nos desnudemos de todo aquello que no somos y que creemos de nosotros mismos en una especie de ficción y repleto de mitos para lo que más nos convenga; tomamos posturas que haga más fuerte ese cuerpo con ese oficio de lo que creemos ser. El filme logra descifrar cuál de las dos voces que oímos es la correcta y cuál es la que perturba nuestra paz y se da entrada a la verdad que llega sin irse y sin volver. Muestra un México con muchas de las injusticias que hemos permitido y no se arredra en exhibir un
«clasismo» absurdo que le seguimos haciendo reverencia.

Bardo es ese que deberíamos todos ser y que avienta al universo el estado mental de nuestra cabeza al momento en que está, que cree que estuvo y que estará; es ese que interroga a su mismo ser para darse cuenta que no nos pudiéramos comprender sin la compañía de los demás. Es un pájaro de alas rotas que cree salió de un útero de un río seco que ya no manará, pero que finalmente descubre la eternidad de su ser al haber encontrado que el sentido de la vida depende enteramente de lo que le hemos dado; se percata que no podemos pasar la vida deseando otra y hacemos bizcos al no querer reconocer que la vida paga toda deuda.

El director logra llegar a un punto en su vida teniendo los recursos económicos, técnicos y de suficiente hartazgo para poder lograr lo que logró transmitir. Tiene connotaciones de Fellini y Passolini. en esa irreverencia no habla de otra cosa mas que de lo amoroso que tendríamos que todos ser y que no necesitamos buscar fuera, sino que está dentro de uno y dándonos cuenta que cada vez que nos creemos un cuerpo separado de todo lo vivo empezamos a separarnos y nos volvemos a conectar al tener consciencia que no hay mentes separadas, sino que todos somos una única mente.

Es un círculo virtuoso donde empieza en el desierto nada más con él y acaba en la misma desnudez de la forma, de la materia y de
las ropas. Se fusiona en los salones de baile, en la cumbia y en el baile de la vida. Se trepa en las montañas de carne humana para hablar con Cortés y las derrumba para descubrir que no somos lo que nos pasó, sino aquello que decidimos ser y que tiene que ver más con quitar que con poner.

La vida es para ser un bardo que va gritando toda emoción que le atraviesa para ya no recogerse en pedazos dentro de un costal.

El buen cine es para vernos reflejados en lo que somos o no somos, lo otro es chicle para entretener no solo la boca, sino también la cabeza.

Si no le gustó el filme, es quizá por la razón de que usted no quiere comprender lo que es la vida, quizás no hay la madurez para observar sin juzgar. Si le llamó la atención y no lo comprendió tanto es quizá por la razón de que sabe que hay otras posibilidades para ser pleno; si sí le gustó es porque usted quiere un nuevo México, un nuevo comienzo donde comprendamos que el mundo no existe por la percepción que tengamos de éste, sino que lo conforman únicamente nuestros propios pensamientos. un nuevo universo que siempre ha estado ahí pero no lo queríamos ver y que en el cual empezaremos a ser el poeta que nuestro ser nos pide que seamos. Es dejar de creer que somos lo que está frente a un espejo e iniciar a cuestionarnos que quizás somos aún más de lo que veríamos de nosotros mismos dentro de un caleidoscopio, es decir, pintando un autorretrato.
Por Beto Siller

Comparte esta historia!.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *