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CULTIVO DE MAÍZ . Por Dr. Dieter H. Otterbach

CULTIVO DE MAÍZ

En el año 1943, los ejércitos de Hitler todavía luchaban desesperadamente para conquistar el mundo pero la población germana ya sufría severamente de hambre porque el país estaba completamente bloqueado para la importación de alimentos. Alemania nunca había sido autosuficiente en la producción de alimentos; desde décadas, el gobierno había enfatizado el desarrollo industrial, especialmente la producción de armamentos.

Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, Alemania había reconquistado Alsacia, territorio francés, esta región, al lado izquierdo del rio Rin, es privilegiada de tierras muy fértiles y con abundante lluvia; especialmente, sus vinos son muy apreciados en toda Europa. Mi papá tenía un doctorado en agricultura y dirigía un instituto de investigación y de desarrollo agrícola; con sus asociados habían cultivado exitosamente las primeras uvas sin semilla; también trabajaban en la hibridación del maíz y, en sus pequeños campos experimentales, crecieron unas plantas que prometían un excelente rendimiento. De aquí en adelante, cultivaron este híbrido en los grandes invernaderos para producir muchas semillas.

El gobierno de Hitler ordenó a mi papá a reorganizar las grandes haciendas de Alsacia para producir el máximo posible de granos para la población hambrienta de Alemania. Estas propiedades pertenecían a las grandes familias nobles de esta región, eran completamente autosuficientes, con su propia panadería, carnicería, etc., pero solamente satisficieron la demanda de los pocos pequeños poblados en su alrededor. Para evitar la expropiación por el gobierno alemán, los dueños concordaron en introducir técnicas modernas de agricultura. Mi papá siempre estaba obligado de llevar consigo un alto funcionario de la temida SS de Hitler, quien sometió a los dueños a la propaganda nazi, mientras en los campos mi papá se encargó de enseñar al personal a trabajar la tierra y cómo optimizar el cultivo para introducir su maíz híbrido.

Uno de los principales factores en el cultivo de maíz es la preparación del terreno: evitar el arado con disco, es mejor pasar una rastra para que se afloje bien la tierra y deje el abono orgánico en la parte profunda y así permita una capa superficial de suelo suelto, lo que resulta en una buena aireación para ayudar a la germinación. Para trabajar la tierra tenían que usar sus bueyes pues, a causa de la guerra, ya no recibían combustible para sus tractores. Para el nuevo híbrido de maíz, era muy importante mantener la correcta distancia entre las plantas, la separación de las líneas y la adecuada profundidad de siembra; un exceso de densidad provoca que las plantas salgan poco vigorosas y estériles.

En el segundo año, las plantas del nuevo híbrido de maíz tenían una altura de más de dos metros, con 5-8 mazorcas por planta y con un peso promedio de 300 gramos por mazorca. El rendimiento promedio era de 10.5 toneladas por hectárea; en comparación, el promedio del rendimiento en México es de 3.2ton/ha. A causa de la guerra, no había plaguicidas y así los trabajadores tenían que pasar frecuentemente por los campos recogiendo manualmente plagas como grillos, gusanos, etc.

Para mantener este buen rendimiento, era esencial utilizar en forma adecuada las 16 toneladas de biomasa que el maíz dejó después de la cosecha y no permitir que la planta se seque completamente para después quemarla. Esta práctica, que era muy común y desgraciadamente todavía se usa en México, es muy dañina: La quema deshidrata y compacta la tierra; el calor de la quema mata las lombrices que mantienen la tierra suelta. Las cenizas de la quema contienen unos pocos nutrientes como potasio y fósforo, pero el elemento más esencial, los derivados del nitrógeno, escapan a la atmósfera con el humo.

Hay dos maneras de cómo aprovechar mejor este desperdicio después de la cosecha: triturar la biomasa y reincorporarla en la tierra con la rastra; así se reciclan todos los elementos fertilizantes, nitrógeno, potasio y fosforo; además la descomposición de masa orgánica mantiene la tierra bien suelta. Fertilizantes naturales, como estiércol, gallinaza y porcina, en lugar de fertilizantes químicos –inexistentes a causa de la guerra- aseguraron un buen crecimiento de las plantas.

Cuando después de la guerra había fertilizantes industriales, los residuos de la cosecha fueron triturados y almacenados en grandes silos de aluminio y, después de su fermentación, sirvieron como excelente alimento para su ganado. Así pudieron retirar sus vacas de los campos para alimentarlas en sus establos y usaron las tierras liberadas para nuevos cultivos.

Durante estos tiempos, yo tenía unos diez años y disfruté mucho la oportunidad de acompañar a mi papá en sus trabajos en las haciendas, porque, a causa de la guerra y los frecuentes bombardeos, no había más clases. Estas experiencias estimularon mi gran interés por la agricultura. En mi visita varios años después, ya habían alcanzado un rendimiento de 17ton/ha.

Dr. Dieter H. Otterbach

dieterho@prodigy.net.mx

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